Detrás de mí, el siguiente en llegar siempre era John. Tenía por costumbre mirar desde la cristalera antes de entrar, por supuesto de una manera muy disimulada, para ver si estaba Carmen.
Carmen era una camarera joven, morena, muy guapa, española, tal vez un poco redondita y un poco baja de estatura para los cánones actuales de belleza.
Aun recuerdo cuando entro John por primera vez en esta cafetería. Fue con un amigo, el cual se iba a mudar por múltiples motivos a la otra punta del país, y se fueron a tomar su último café juntos en este lugar.
Carmen los atendió, como siempre, con esa sonrisa suya tan característica y dijo:
- Lo de siempre para los dos, ¿o quiere otra cosa el caballero? - dijo refiriéndose a John.
- No, trae dos de lo mismo Carmen. - le contesto con un guiño.
- Muy bien Will.
Dicho esto sonrió por última vez y se metió en la cocina. No era el lugar que le correspondía, pero en esta cafetería no solía entrar mucha gente y podía ir donde quisiera ya que los pocos clientes que éramos siempre estábamos bien atendidos.
Al rato, salió con dos platos con una enorme montaña de tortitas en cada uno. Pero no unas tortitas cualquieras, tortitas de colores, de todos los colores. Se los llevo a la mesa con sus correspondientes bebidas y añadió;
- Tu dosis de color diaria - Dijo con una enorme sonrisa.
- Gracias Carmen. - dijo Will con una sonrisa casi igual de grande que la suya.
- ¿Ha ido bien el día? - dijo con verdadero interés.
- Muy bien, ya está todo terminado y me iré mañana a primera hora.
- Así que este es tu ultimo día entre nosotros no viejo Will - Para nada era viejo, seguramente no llegaría ni a los 30. Supuse que lo llamaba así porque todos los que solíamos frecuentar este local éramos de una edad más mayor.
- Eso parece preciosa.
- Te echaremos de menos Will.
- Eh, que aun no me he ido. Espérate por lo menos a que me levante dispuesto a irme para despedirte de mí, ¿no?
- Como prefieras Will - dijo riéndose de esa manera tan característica suya. Para terminar, miro a John, le sonrió dulcemente y se fue para seguir con su trabajo.
Creo, que esa sonrisa tan sincera y sin ningún significado en concreto fue la primera de las causas por la que John siguió volviendo a este lugar día a día y empezó a enamorarse de ella. Pero que sabré yo del amor, apenas recuerdo lo que se siente cuando te enamoras.
Nada más se fue, Will le conto la historia de cómo la conoció y el porqué frecuentaba tanto esta cafetería tan abandonada y no otra con descuentos, bonos y más cercana a su trabajo.
- Will, siempre has sido un descarado - dijo John - pero tanto como para tratar con tanta confianza a esta camarera. Además, ¿qué pasa con Amy?
- Jajajaja. Para nada es lo que estas pensando amigo. Ella es... Es increíble. Nunca he visto una mujer tan positiva, tan... - no siguió la frase - He venido aquí muchas veces, y siempre John, siempre me ha recibido con una sonrisa. La primera vez que vine... - tampoco consiguió terminar esta frase.
- No hace falta que lo cuentes si no quieres.
- No, no es eso es solo que, bueno, no fue uno de los mejores días de mi vida. Fue cuando murió mi madre.
- En serio, no hace falta que lo cuentes si no quieres.
- Quieres dejarme tío, quiero contarlo. - Suspiro.
Resulta, que como sabrás, desaparecí. No quería estar con nadie, ni con Amy, ni contigo... ni siquiera fui capaz de estar con mi padre. Ahora me arrepiento, sé que me necesitaba y no fui capaz de estar con él. Pero bueno, gracias a ello conocí a Carmen. Llegue aquí, sin rumbo. De hecho entre en este lugar porque comenzó a llover y ya estaba totalmente empapado. Nada mas entre note que este era un lugar de costumbres, y de una clientela fija, porque al entrar todos, pero absolutamente todos los que estaban aquí me miraron extrañados. De hecho estoy casi seguro que todos los que están aquí estuvieron el día que vine por primera vez, hace ya casi 3 años.
Bueno pues, me senté donde estas tu ahora, mirando por la ventana. Y llego ella. Me saludo, dubitativa. Mi cara debía de mostrar todo el dolor que no supe llorar. Y, como es natural, me pregunto que quería. Pedí un café. Sabía que no podía quedarme en un lugar, ocupar un asiento y no consumir, aun sabiendo que nadie más entraría, así que aun sin ganas me pedí esto.
Ella se quedo mirándome. La veía en el reflejo del cristal. Y pasado unos segundos me pregunto que como me encontraba. Fui muy descortés, muy cortante. Pero como entenderás no estaba como para contarle mi vida a una completa desconocida. Ella en cambio me sonrió, y se fue sin ninguna signo de desprecio. Cuando volvió, regreso con mi café y con unas tortitas como estas.
- No he pedido esto - le dije.
- Lo sé. Digamos que es cortesía de la casa.
- Muchas gracias, pero, no las necesito.
- ¿Seguro que no? Pensaba que necesitabas añadirle un poco de color a tu día.
Me quede perplejo John - le conto Will a su amigo. - No supe que contestar. Lo que hice en cambio fue, sonreír. No entendía como, pero aquí estaba, sonriéndole a una desconocida porque me había puesto unas tortitas de colorines. Fue increíble.
Me quede observando las tortitas con cara de tonto, sin saber qué hacer con ellas porque verdaderamente no tenía hambre. Mientras hice esto ella volvió de nuevo, con un gran vaso con batido de chocolate con nata por encima.
"Si no te importa, ¿me puedo sentar contigo? Yo también necesito darle azúcar al cuerpo", me dijo riéndose.
Por supuesto deje que se sentara conmigo. Me hizo gracia esta chica descarada que invitaba a tortitas y se quería sentar con los clientes - dijo mientras la miraba y se sonreían mutuamente.
Así que bueno, se sentó en frente mía, donde ahora estoy yo, y se quedo mirándome.
- ¿Solo eso? - dijo John mientras observaba que su amigo se había puesto a comer las tortitas. - Pensé que ahora vendría lo interesante.
- Solo estaba haciendo una pausa.
- Una pausa demasiado larga me atrevería a añadir.
- La paciencia es una virtud querido amigo. - dijo.
Bueno, como te decía, se sentó enfrente mía, sin dejar de mirarme. Se bebió el batido lentamente, y cuando se fue a levantar empecé a hablarle.
- ¿Ver como siempre mantienes un suspense demasiado largo?
- No es cierto. Pero veras, déjame seguir y no me interrumpas pesado.
- ¡¿Pesado!?
- Shhh, calla. La cosa es que, no sé porque exactamente, pero empecé a contarle todo. Le dije que mi madre había muerto, el porqué estaba aquí, lo cobarde que me sentía,… Todo John, todo. Nunca me había soltado a contar todo lo que sentía de aquella manera, ni siquiera con Amy. Y....uuf, es que es increíble lo bien que sabe escuchar. No me interrumpió en ningún momento. Y cuando hablaba, daba una opinión sincera, pero siempre con cuidado para que no te sintieras herido. De verdad John, esta chica es increíble. - En ese momento la busco con la mirada, pero Carmen se había metido en la cocina.
- Entonces, ¿por esto vienes a esta cafetería?
- No es por esto John. No lo entiendes. Yo necesitaba ser comprendido, y me encontré con ella. Necesitaba color en mi día más gris y ella me lo dio en forma de tortitas. Necesite evadirme del mundo y, no sé porque, Dios me puso en este lugar.
- Pero si tú no crees en Dios...
- La cosa es John, que siempre que tengo un mal día, vengo aquí y ella lo soluciona. Muchas veces apenas hablamos, pero me alegra solo el verla sonreír, porque tiene una sonrisa muy… ¿sincera? No sabría expresarlo. Y a pesar de todo lo que ha pasado siempre sonríe. Es increíble.
- Bueno, he de admitir que tiene una sonrisa preciosa. – dijo John buscándola con la mirada. Will le miro poniendo una cara que todos los que estábamos allí sabíamos que expresaba. Era esa cara que poníamos todos cuando sabíamos que Carmen había vuelto a enamorar a alguien con su sonrisa. - ¿Qué?
- Nada. Solo que aquí siempre vas a poder venir cuando quieras. Sé que está lejos de donde trabajamos pero es tranquilo, y se está bien.
- ¿Qué demonios quieres decirme con eso Will?
- Nada, olvídalo. Es solo que, bueno, Carmen lo pasa mal cuando uno de nosotros se marcha. Hace 6 meses murió Anthony, un señor mayor que se sentaba en la esquina de la parte de atrás, y bueno ella no sonreía de la misma manera. Intentaba que todos estuviéramos bien, pero no era del todo ella. Y todos intentábamos hacer que sonriera igual que cuando estaba Anthony. Es difícil de explicar. El ánimo de esta cafetería depende de ella, si ella no estuviera estoy seguro que todos los que estamos aquí ahora mismo no volveríamos. Todo nos recordaría a ella.
- Por favor Will, ¿te vas a poner a expresar sentimientos que ni siquiera tú conoces? - dijo Carmen mientras recogía sus tazas y platos vacios.
- Perdona pequeña, pero no me conoces tan bien como para saber que soy capaz de sentir y que no. – dijo Will con gesto de superioridad fingida.
Ella hizo una mueca, murmurando algo que desde la barra no llegue a oír, o que ya no recuerdo. Es lo que tienen los recuerdos a esta edad.
- Bueno - Will suspiro.
- ¿Estás bien hermano? - dijo John preocupado.
- Si claro, ¿pagamos y nos vamos?
Se levantaron, y John fue directo a la barra hacia donde estaba Carmen.
- La primera comida siempre es gratuita. ¿O acaso no te lo ha contado Will?
- No - dijo John avergonzado - Parece ser que se le olvido - dijo mirándolo ahora a él. - Gracias.
- No te preocupes.
Estaba seguro que los invito porque era la ultima comida de su amigo Will, y no porque a todos los nuevos clientes los invitara. Aunque claro, al ultimo, que fue el mismo Will si que lo invito la primera vez.
Carmen los acompaño a la puerta de cristal, donde se abrazo a Will de una manera que estoy seguro que todos los presentes envidiamos.
- Te voy a echar de menos Will.
- Carmen, no me vengas con esas. Estas deseando que me vaya de aquí. Además mi asiento no estará vacio. A John le han gustado tanto tus tortitas que me ha dicho que se pasara por aquí muy a menudo.
- ¿Es eso cierto? - dijo Carmen ya no tan triste.
- Eh, si claro.- dijo John no tan seguro. - Aunque no sé cuando podre pasarme la próxima vez.
- Pero tranquila Carmen, no tardara mucho. Ese asiento no estará vacio mucho tiempo. No tendrás tiempo ni para poner el cartel.
Ambos rieron. John solo sonreía. Se quedo mirándola, de una manera, que era como si estuviera mirando el sol. Es increíble como Cupido lanza sus flechas cuando menos te lo esperas. John parecía bueno, pero nunca sería lo bastante bueno para nuestra Carmen.
- Bueno pues hasta siempre Will - le dijo a Will que estaba ya en la puerta. - Y hasta pronto. Me llamo Carmen por cierto.
- Yo John - dijo él poniendo la mano para estrechársela.
- Bonito - dijo ella mientras la esquivaba para darle un beso en la mejilla. - Espero verte pronto John.
- Sí, claro.- dijo el colorado y sorprendido al mismo tiempo.
Ella se dio la vuelta y se fue directa a la barra. Me miro, y me guiño un ojo. Yo pude ver por la cristalera como John aun seguía mirándola.
Ese día fue cuando John se enamoro de ella. Estaba casi seguro. Nos tenía a todos enamorados eso es bien cierto, pero ninguno de nosotros teníamos nada que hacer con ella. Tampoco lo íbamos a intentar, le sacábamos más de 60 años.
Después de ese día, John empezó a venir. Al principio un par de días a la semana, después casi todos los días, y con el tiempo tanto por las mañanas como por las tardes, según el turno que ella tuviera.
Una vez, el día que lo vi más decidido, trajo una rosa con él. Desde fuera se quedo mirándola. Sabía que no la merecía, y se guardo la rosa en su cartera antes de entrar.
Lo que no sabía él, era que una vez, mientras Carmen y yo hablábamos, me confesó que John le atraía, pero que no quería meterse en su vida. A fin de cuentas ella era una simple camarera y él trabajaba para una importante empresa. A veces Carmen resultaba de lo más tonta.
Hoy, ha llegado John, como en estos 2 últimos años. Ha mirado si estaba ella y ha entrado. Carmen, al verlo, ha sonreído mas de la cuenta y mirado hacia abajo, tímida. Este gesto me dio más celos de los que podia imaginar.
Ella, como siempre se ha acercado a su mesa, le ha preguntado que quería, y él ha respondido lo de siempre. Sé que no puedo tomar azúcar, pero un día tendré que probar esas condenadas tortitas para saber porque nunca se hartaba de ellas.
Carmen volvió a la barra, desaminada. ¿No se daba cuenta de que podía tener a cualquier hombre que se propusiera? ¿Por qué se comportaba de esa manera?
- Carmen. - Ella me miro con la mirada triste al principio, pero al encontrarse con mis ojos sonrió. - Él te quiere Carmen. - Puso cara de sorprendida, ¿de verdad no se daba cuenta? - Pero es tan estúpido que no es capaz de darte esa rosa que lleva en su cartera 3 semanas.
Ella se quedo mirándole. Él miraba por la ventana, la miro, se puso colorado, intento sonreírle y volvió a mirar por la ventana.
- Aunque si me permites mi opinión, te mereces algo mejor.
Carmen rio con esa sonrisa que nos encanta a todos.
- Siempre me habéis valorado más de lo que me merezco.
- No Carmen, siempre te has valorado menos de lo que eres. - Ella volvió a mirar hacia abajo - ¿A qué esperas? Prepárale las dichosas tortitas, siéntate con él y deja que el vea que tu también lo quieres.
Me miro con profunda alegría, me dio un beso en la mejilla pasando medio cuerpo por encima de la barra, y se metió rápidamente en la cocina. Cuando salió, se fue directa hacia John, con los dos vasos de batido de chocolate más grandes que había visto en mi vida. Y no se sentó enfrente de él, sino al lado.
No sé de qué hablaron, no quería saberlo. Si Carmen era a John a quien quería estaba dispuesto a aceptarlo, pero sabía que él nunca sería lo bastante bueno para ella.
Mire atrás, Andrew los miraba con la misma cara que yo. Sabiendo que ella se merecía algo mejor, y con algo de celos porque no decirlo. De hecho, todos los que estábamos allí los mirábamos así.
Y entonces él, puso su mano encima de la de Carmen.
Ninguno de los dos la aparto. Ví como dudó. Me atrevería a decir que incluso estaban temblando. Aunque claro, aquí casi todos los que nos encontrábamos en esa sala temblábamos, ya fuera de los nervios o por la edad.
En ese momento pensé en Alice, en mi preciosa Alice y en lo rápido que me dejo. Tanto, que ya apenas ni su recuerdo me visita, solo tengo para recordarla esas viejas fotografías que ni siquiera me atrevo a mirar por miedo al dolor.
Estaba seguro que esto sería un gran paso para dos personas tan tímidas como John y Carmen. Él no paraba de mirarla, intentando encontrar sus ojos. Ella en cambio, solo se atrevía a mirarlo con la cabeza baja. Con lo atrevida que es para algunas cosas esta chica española y lo tímida que es para otras.
No sé qué paso, pero ambos sonrieron a la vez y, después de soltarse la mano lentamente, ella se levanto y se fue directa hacia la barra, dejando su batido de chocolate entero encima de la mesa. Nunca la había visto tan feliz. Es increíble como la gente sencilla son tan felices con cosas sencillas.
Cuando él acabo, ella recogió su mesa sin atreverse a mirarle, y volvió a la barra.
John, después de verle titubear en su mesa, saco el dinero y fue hacia la barra para entregárselo. Cuando ella fue hacia donde él se encontraba extendió la mano, pero él no fue capaz de dejarle el dinero encima.
Titubeo de nuevo. ¡Pero si los jóvenes de hoy en día no titubean!
- Carmen. - dijo con tono decidido. Demasiado decidido diría yo. Fue casi un grito para mi gusto.
- Dime. – dijo ella sonriendo. Seguro que pensó lo mismo que yo.
- Yo... Veras es que me preguntaba si, después de tu turno tú... tienes algo que hacer o, has quedado con alguien. - Ella le miro con un gesto extraño, lo cual John malinterpreto. - Era porque voy a estar trabajando hasta tarde y si quieres que te lleve a algún lugar, a tu casa o... - No fue capaz de seguir. Me dio hasta pena.
- Pues, suelo coger el autobús así que no hace falta que te molestes.
- No, no es molestia ninguna. Te lo aseguro, mañana tendré mucho tiempo libre y… Me da igual donde vivas ya que no tendré prisa en llegar a casa.
- De acuerdo. Pues, mi turno acaba a las 10.
- A las 10. De acuerdo, pues... hasta luego.
- Si, hasta luego.
Se fue casi corriendo. Desde aquel momento, hasta que acabo su turno Carmen no dejo de sonreír.
John llego temprano y aparco enfrente de la cristalera. Cuando llego la compañera de Carmen para hacer su turno, ella se fue al vestuario más rápido de lo habitual, se cambio de ropa mucho mas rápido que nunca y salió mas maquillada de lo normal. Nada más terminar, salió de la cafetería, no sin antes despedirse de todos como siempre con su “Hasta mañana, chicos”, y se monto en el coche
A la mañana siguiente John entro con una rosa a la cafetería
Yohanna Carrera