lunes, 5 de noviembre de 2012

Y ahora, esta él.

No podía parar de pensar que había visto morir al amor demasiadas veces.
Lo bonito que es al principio... La intensidad ilógica de cada minuto, cuando nada tiene cimientos y cualquiera de los dos puede huir al siguiente minuto... Me llenaron, o mejor dicho, me deje llenar los oídos de "te quiero". Cambiaba de compañía a cada cambio de estación. Zapatos altos para besos de domingo, con el único resultado de lágrimas en el suelo. ¿Cuantas veces empecé de cero? ¿Cuantos nombres tache de la lista? Borrón tras borrón... Que pocas iniciales recuerdo...
Nunca he estado sola. Entre historias nunca ha pasado el tiempo necesario para reconstruir lo deshecho, y así me ha ido todo. Rezaba por sentir, sentir aunque fuese pena, pero sentirme viva. Notar que me hervía la sangre, que no solo respiraba, que vivía cosas que valían la pena escribir como cartas para mi misma en un futuro, cuando mi vida fuese monótona y aburrida. Y escribí, como una loca. Cada detalle, cada rincón  cada calle perdida de Sevilla, cada bar, discoteca, y cada baño, cada palabra barata que me calaban hasta los huesos, cada frase después de cada beso... Podría hacer una colección de cínicos, escribir un libro, y también una enciclopedia. No puedo culpar a nadie de lo ocurrido, la equivocada era yo. Yo, que siempre me dejaba llevar por mis impulsos. Ellos, que me llamaban fría,  ignorantes de que el hielo también quema. Mañanas de persianas bajadas tras noches de fiesta que se hacían eternas, que se nos iban de las manos. Coches, camas, bares, terrazas, encimeras, pisos...

Y entonces me di cuenta que no, que no había visto morir el amor tantas veces, porque quizás no lo vi nacer. Me obligue a creer, me obligaba a sentir... seguro que no tanto...

Y ahora está él, al mismo nivel de batallas que esta cabeza morena. Él, ojos chocolate, sonrisa de loco, lector de cómics, paciente en mi instituto, cantante a escondidas, humo de colores, músico sin instrumentos, buscador de tesoros, explorador de mis recovecos, actor porno, vividor de lo surrealista, amigo de hasta quien no debe, maquina expendedora de carcajadas las 24 horas, bufanda y cinturón si me rodean sus brazos, domador de esta leona, freno en mis tacones cuando llevo mas alcohol que sangre en las venas, campeón de billares y de partidas en consola, abrazos y provocaciones, susurrador experto y, por encima de todo, mi vista favorita de la ciudad.